La mujer en el judaísmo: una historia involutiva y evolutiva

Mijael Even David
אפריל 9, 2025

Selección, traducción y redacción: Mauricio Tassara

“Yosei ben Yojanán de Jerusalem dice: (…) No aumentes la conversación con la mujer. Con la propia dijeron, con mayor razón entonces con la del prójimo. De aquí dijeron los sabios: Todo el que aumenta las conversaciones con la mujer se trae el mal a sí mismo, descuida la Torá y su fin será el Guehinom”

MISHNA AVOT CAP 1 MISHNA 5

Involución: La mujer en el Tanaj y en el Talmud
Es necesario, antes de comenzar a estudiar este tema, establecer que lo haremos con ojos de miembros de la civilización occidental a principios del siglo XXI.  Por ejemplo, muchas personas consideran una exageración que, por motivos de recato, las mujeres ortodoxas usen sólo falda más abajo de la rodilla y las casadas se cubran la cabeza en público. No obstante, si viviéramos en un país musulmán, el que sólo se cubrieran la cabeza y su falda llegara sólo a la rodilla, sería considerado una falta completa de recato y hasta una provocación terrible. Hecha esta salvedad, podemos continuar.

La Torá fue una revolución para la época en todo sentido. “Tora bijtav bilshon ben adam” dicen los sabios: “La Torá está escrita en el lenguaje de los hombres”. No sólo eso, sino que fue escrita en el lenguaje de los hombres de aquella época, tomando en cuenta la sensibilidades de los mismos. De la misma manera que los sacrificios eran un elemento ritual necesario, el papel de la mujer en la vida judía no podía ser modificado radicalmente. Sin embargo, encontramos el caso de las hijas de Tzlofjad: “Y se acercaron las hijas de Tzlofjad hijo de Jefer hijo de Guilad hijo de Majir hijo de Menashé, de la familia de Menashé hijo de Yosef y estos son sus nombres: Majla, Noa, Jaglá, Milká y Tirtzá. Y se pararon frente a Moshé, Eleazar el sacerdote, los líderes del pueblo y toda la congregación, a la entrada de la Tienda del Plazo, diciendo: Nuestro padre murió en el desierto y no estaba dentro de la congregación que se rebeló contra el Eterno con Koraj, sino que por su propio pecado murió e hijos no tuvo. ¿Por qué se verá disminuido el nombre de nuestro padre dentro de su familia por no tener hijos? Danos una heredad entre los hermanos de nuestro padre. Y le acercó Moshé sus palabras ante el Eterno”.

Según continúa el relato de la Torá, D´s considera correcta la petición de las hijas de Tzlofjad y ordena que cuando un hombre muera sin hijos, su herencia debía pasar a sus hijas. Esto, darle a una mujer la posibilidad de poseer tierras o bienes, era una revolución para una época en que la mujer misma era un bien.

Asimismo, podemos ver en el resto del Tanaj la figura de otras mujeres de relevancia. Incluso dicen los sabios que hubo siete mujeres que llegaron al nivel de profecía, como Rivka, Devora, Ester o Miriam.

Justamente, Devora es un caso emblemático, porque no sólo era profetisa, sino que jueza de Israel, es decir, la autoridad judicial y política. Dice el libro de Jueces: “Y Devora, mujer profetisa, esposa de Lapidot, juzgaba a Israel en aquel tiempo. Ella se sentaba bajo la palmera de Devora, entre Rama y Bet El, en el monte de Efraim, y subían a ella los hijos de Israel por juicio”.

Sin embargo, con el transcurso del tiempo, a medida que nos alejamos de las fuentes bíblicas y penetramos en las talmúdicas y, fundamentalmente, en la exégesis medieval, los textos en que la imagen de la mujer es de carácter negativo se multiplicaron.

Una explicación para el deterioro de la figura de la mujer en el Talmud es que éste, base de la práctica judía, consta de dos partes: Mishná y Guemará. La primera fue compilada por Rabí Yehuda Hanasí en el siglo I del trabajo de los sabios de su época. Hay quien dice que estos sabios recibieron influencia de la potencia gobernante en Israel: Roma, quienes a su vez heredan gran parte de su cultura de los griegos, conocidos misóginos. Entre los griegos, era inconcebible que un hombre pudiera enamorarse de una mujer, pues se consideraban tontas y de poco valor. Los grandes filósofos eran homosexuales, pues amor sólo se podía sentir por los hombres. Las mujeres no eran más que meros aparatos de reproducción.

Este deterioro de la imagen del judaísmo trae consecuencias en otros ámbitos. El judaísmo exalta desde su nacimiento dos ideas fundamentales: el estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot. Si el estudio es un ideal social y la mujer era excluida del mismo, es obvio que ser mujer no es algo deseable y las hijas mujeres no eran exactamente bienvenidas en el seno de la familia judía.

Es prácticamente impensable una figura de liderazgo que desconozca la Torá. La autoridad en el judaísmo no se deriva sólo de las cualidades humanas, sino del conocimiento, del peso del saber. Por tanto, en una sociedad en que la mujer no tiene acceso al estudio de la Torá, tiene obstruido asimismo su ingreso a roles de liderazgo. El caso de Devora, en este contexto, se convertía en algo excepcional.

La obligación de enseñar Torá se desprende del primer párrafo del Shema Israel: “Escucha Israel, el Eterno nuestro D´s, el Eterno es uno. Ama al Eterno tu D´s con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estarán estas palabras que Yo te ordeno hoy sobre tu corazón. Las enseñarás a tus hijos y hablaras de ellas cuando estés en tu casa, cuando andes en el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás por señal sobre tu mano y serán por marcas entre tus ojos. Y las escribirás en las entradas de tu casa y tu ciudad”.

Existe así obligación de enseñar a los hijos que aprendemos de este párrafo, a lo que Rashi agrega: “Desde el momento en que el hijo sabe hablar se le enseña Torá. Moshé nos ordenó que sea una enseñanza por la palabra, por eso se dice que cuando el bebé empieza a hablar, su padre conversa con él en el idioma sagrado y le enseña Torá, y si no lo hace es como si lo estuviese enterrando(…)”

Ahora, el texto talmúdico interpreta en más de un lugar a partir de “las enseñarás a tus hijos”  que debe entenderse “a tus hijos y no  a tus hijas”. Asimismo, de esta fuente entendemos que la mujer no tiene obligación de enseñar, pues “el que no tiene obligación de estudiar no tiene obligación de enseñar”.

Sin embargo, es necesario notar que si nos apegamos a la letra del Talmud, el texto no habla de una prohibición para las mujeres, sino que de una obligación para los hombres. Podríamos pensar, entonces, que aquel padre o madre que lo deseara podría enseñar Torá a sus hijas mujeres. Tengamos esto presente, porque será importante más adelante.

Otra cita talmúdica tuvo gran peso en la Edad Media. Está basada en el precepto de las “aguas amargas” que aparece en la Torá: “Y le dijo el Eterno a Moshé diciendo: Cuando la mujer de cualquier hombre se desviare y lo engañare. Y se acostare con otro hombre sin que hubiere testigos ni fuere sorprendida en el acto. Y se posara sobre en él (el marido) espíritu de celos y celare a su mujer, ya sea que se haya o no impurificado. Y la llevará ante el sacerdote (…) Y el sacerdote tomará agua santa en un vaso de arcilla y tomará también polvo del piso del Tabernáculo y lo echará en el agua (…) Y el sacerdote inscribirá estas maldiciones en un registro y luego las borrará con el agua amarga. Y hará beber a la mujer esa agua, que entrará en sus entrañas (…) Al beber el agua, en caso de ser culpable la mujer de contaminación con infidelidad a su marido, la maldición entrará en sus entrañas con su amargura y se le hinchará el vientre y se le secarán  los muslos, convirtiéndose ella en execración en medio de su pueblo (…) Esta es la ley de los celos, para cuando una mujer haya sido infiel a su marido y se haya impurificado. Y el espíritu de los celos se haya apoderado del marido. Llevará pues a su mujer ante el Eterno y el sacerdote hará con ella lo que prescribe esta ley, con lo cual el marido quedará libre de culpa y la mujer sobrellevará su pecado”.

Comenta la Mishná al respecto: “No para de beber hasta que su rostro se enverdece y sus ojos saltan, y ella se llena de tendones. Y ellos dicen: Sáquenla, que no contamine el patio (del Templo). Si tiene mérito le sirve. Si tiene mérito le sirve por un año, tiene mérito (otro) le sirve por dos años, tiene mérito (otro) le sirve por tres años. De aquí, dicen Ben Azai: Debe el hombre enseñarle Torá a su hija, para que si bebe sepa que el mérito le ayuda. Rabí Eliezer dice: Todo el que le enseña Torá a su hija es como si le enseñara tiflut”.

¿Cuál es el significado del término tiflut? El diccionario lo traduce como necedad o imbecilidad; vanidad, presunción o fatuidad; y una tercera acepción de insipidez o insulsez. Otros sabios, interpretan la palabra de otras maneras y esto es importante, porque según esa interpretación se entienden de cierta manera las palabras de Rabí Eliezer. Rashi, por ejemplo, dice: “le enseña tiflut (…) porque es como si de ella la mujer comprendiera la astucia para realizar sus cosas a escondidas”. Es decir, Rashi se refiere a la infidelidad y la traición de la mujer hacia su marido.

Sin embargo, de las palabras de Ben Azai entendemos que el mérito del que se habla está relacionado con el estudio de la Torá, porque dice que el hombre debe enseñarle Torá a su hija para que sepa que el mérito está a su favor. De esta manera, sabría que si se salva del castigo de las aguas no es casualidad, sino que es el mérito lo que le ha prologado la vida, a pesar de haber pecado.

Rashi seguirá con su línea de pensamiento también en su interpretación del relato de Bruria. Esta mujer, esposa de Rabí Meir e hija de Rabí Janina ben Teradión, es la única mujer que el Talmud menciona como poseedora de conocimientos y autoridad halájica, tal como se manifiesta en: “Y Bruria, mujer de Rabí Meir, hija de Rabí Janina ben Teradión, que aprendió 300 halajot en un solo día de 300 sabios”o más importante aún, en la Tosefta de Masejet Baba Kama 4, 9: “Bruria ha dicho correctamente” dice el texto dándole la razón a Bruria en el marco de una discusión, de lo que se desprende no sólo su gran conocimiento, sino que participaba de los debates con el resto de los sabios, todos ellos hombres. No es famosa sólo por su sabiduría, sino que también por su entereza moral y su fervorosa fe.

Sin embargo, el comentario de Rashi al que aludíamos es a la cita talmúdica que relata que Rabí Meir, luego de rescatar a la hermana de Bruria de los romanos, escapa a Babilonia y termina el relato: “Se levantó, escapó y vino a Babilonia. Algunos dicen que por este hecho escapó (el rescate) y hay quienes dicen que fue por la acción de Bruria”. Rashi comenta al respecto: “Una vez Bruria se burló de lo que dijeron los sabios `que las mujeres tienen liviandad de pensamiento´ y le dijo Rabí Meir: finalmente les darás la razón. Y le ordenó a uno de sus alumnos ponerla a prueba hasta que ella aceptó (…) y cuando supo lo acontecido se ahorcó y Rabí Meir huyó por la vergüenza”.

Basándose en esto, parte de los autores posteriores explicarán claramente que el estudio de la Torá lleva a la mujer a la soberbia y la liviandad. Por ende, la ignorancia es mejor para la mujer que la sabiduría. No obstante, el texto talmúdico en sí no da indicios en ese sentido.

Tenemos el ejemplo contrario de Rabí Eleazar ben Azaria, que está en desacuerdo con Rabí Eliezer y plantea claramente que las mujeres eran parte de la Asamblea que se reunía cada siete años en Jerusalem y escuchaban las enseñanzas de la Torá: “`Congrega al pueblo: hombres, mujeres, niños y tu extranjero que está en tu ciudad, para que oigan y aprendan a temer al Eterno su D´s y cuiden de poner en práctica las palabras de esta Ley´. Si los hombres vienen a estudiar, las mujeres vienen a escuchar”. Es decir, a criterio de Rabí Eleazar ben Azaría se puede enseñar Torá a las mujeres, que pueden escuchar, pero no participar activamente del estudio.

La mujer en el período medieval
Parte de los poskim medievales continuaron la línea restrictiva delineada en el Talmud. Se destaca Rabí Nisim ben Rabí Iaakov (900-1062): “Y por lo tanto, se opusieron nuestros sabios a que un hombre le enseñe Torá a su hija, como leemos en la Mishná, porque de acuerdo al Talmud esto llevaría a la corrupción, las artimañas y la astucia, como está dicho: Cuál es el sentido de las palabras de Rabí Eliezer (…) y por eso dijo (Ben Sira)`la hija es para el padre un tesoro inútil´”.

En contraposición encontramos la opinión del Rambam: “La mujer que estudia la Torá tiene recompensa, pero no como la del hombre, porque ella no fue preceptuada (a hacerlo). Y todo aquel que realiza algo que no es para él un precepto que le fuera ordenado específicamente obtiene recompensa, pero no se trata del mérito fruto de una mitzvá, sino que de un reconocimiento menor. Pero, a pesar del mérito, nuestros sabios ordenaron que el hombre no puede enseñar a su hija la Torá, porque la mayoría de las mujeres no tienen su raciocinio orientado al estudio, sino que sacarán los contenidos de la Torá a asuntos cotidianos, conforme a su pensamiento rudimentario. Dijeron nuestros sabios: todo aquel que enseña Torá a su hija es como si le enseñara tiflut. ¿A qué se relaciona? A la Ley Oral, pero la Ley Escrita no debe estudiarla de antemano, pero si lo hizo no es como enseñarle tiflut”.

Hay que notar un par de puntos importantes acerca de la opinión del Rambam:
Cita a Rabí Eliezer, pero ya no en su nombre, sino diciendo “dijeron nuestros sabios”, como si la voz de Rabí Eliezer fuera la única. Al obviar el resto de las opiniones nos da a entender que esa es la doctrina correcta.

Dice el Rambam “la mayoría de las mujeres no tienen un pensamiento orientado al estudio”, de lo que podemos concluir que no se trata de todas las mujeres, o sea, que hay mujeres que sí tienen el pensamiento orientado al estudio y es de suponer entonces que no debemos temer la simpleza de su razonamiento. ¿Tal vez en una época donde las mujeres están orientadas al estudio podrían hacerlo?

Por otra parte, el hecho que existan mujeres que sí están orientadas hacia el estudio demuestra que, a juicio del Rambam, no se trata de una limitación derivada de la mujer como parte de su esencia, sino de un accidente, una circunstancia, una cualidad modificable. A diferencia de lo que pensaba Abarbanel, que la mujer posee cualidades intrínsecas de inferioridad al haber sido creada de la costilla del hombre y no a imagen y semejanza de D´s. Rambam, anterior en el tiempo, deja claro, aunque no de manera directa, que es una cuestión circunstancial. No sólo en esta cita, sino que en otras como por ejemplo:
“No diga el hombre: hago estas mitzvot de la Torá y estudio su sabiduría para recibir todas las bendiciones que están escritas en ella o para ganar el mundo venidero, y me alejaré de las transgresiones sobre las que advierte la Torá para salvarme de las maldiciones escritas en ella o para no ser excluido de la vida del mundo venidero (…) no es apropiado servir a D´s de ese modo. Quien sirve a D´s de esta manera lo hace por el temor y esto no es una cualidad de los profetas ni de los sabios. No se sirve a D´s de esa forma, sino en caso de los ignorantes, las mujeres y los niños, que se les educa a servir por temor hasta que crezca su entendimiento y lo sirvan por amor”. Es decir, la cuestión no es de esencia, sino de forma. Así se las educa hasta que crezca su entendimiento. ¿Y si se las educara de otra manera? ¿Y si creciera su entendimiento tanto, podrían estudiar igual que los hombres? De lo que se desprende que es una cuestión de educación y que el entendimiento puede crecer.

El Rambam también diferencia entre Ley Escrita y Ley Oral, diciendo que el hombre no debe enseñar la Ley Oral a su hija, pero que si le enseñó la Ley Escrita no podemos considerar a esa acción como tiflut. Así, cambia la connotación del término y ya no se trata, como interpretaron Rashi y sus seguidores, de lascivia, lujuria ni astucia. A criterio del Rambam, el problema reside en que la mujer, no acostumbrada al estudio, sacará los conceptos y doctrinas de la Torá de su contexto, interpretándolas con simpleza, producto de su experiencia de lo cotidiano. Para Rambam, tiflut es en su simple acepción algo sin sabor, insulso, insípido, sin sentido, simples necedades. No tiene la connotación sexual que le dieron Rashi y sus seguidores.